lunes, 19 de septiembre de 2016

DISTINGUIDA SEÑORA

Como ya he comentado en alguna ocasión, cuando estoy en el punto cero de un proyecto, la única manera que tengo para arrancar es ir acotando. Si no cierro caminos puedo pasar la eternidad en una nube improductiva, hay tantas opciones flotando que soy incapaz de escoger, mucho más sabiendo que esta decisión determinará mi trabajo/vida durante los próximos tres años.
Lo que puedo contar (sin destripar nada) sobre la acotación en Lamia es sencillo: quería hacer un tebeo de género negro (con su detective, su criminal, su policía...), ambientado en los 40 o 50 y con una mujer embarazada como protagonista. Desde el punto de vista de la narración, nada nuevo: condensación, contar con el mínimo de texto posible y añadirlo  sólo a través de diálogo, sin recurrir a texto de apoyo... descartando así un recurso académico de este género, el monólogo interior.

A partir de aquí llegan los meses de "antena puesta", ese estado en el que toda la información que recibo es susceptible de ser una piezas de ese puzzle que me obsesiona. Así, tomando notas, poco a poco se va armando la historia. Unas piezas son indispensables, otras pegamento y otras sólo dan brillo. Hoy toca hablar de una pieza importante, que apareció por casualidad (como suele ocurrir) mientras escuchaba la radio. Fue un momento en el que un montón de información que flota sin forma en tu cabeza cobra sentido, un "¡Eureka!" en toda regla. Esa pieza es un programa de radio que se emitió de 1947 a 1984. Líder en la programación de tarde durante muchos años: El consultorio de Elena Francis.

Evidentemente, no debo contar por qué es importante ni qué sentido tiene en la historia. Simplemente, voy a escribir unas notas sobre la investigación  que hice sobre el programa. Los lectores de más edad recordarán perfectamente esa entradilla con el "Indian Summer", otros no saben de qué hablo o quizás sólo tienen un vago recuerdo... yo entre ellos. Mi casa nunca fue de radio, tengo 38 palos y la primera vez que escuché hablar sobre este programa fue en un reportaje emitido Cadena Ser, donde se entrevistaba a Pietat Estany.

El origen del programa es sencillo, Ramón Barbat director de Radio Barcelona le propone a su amigo José Fradera Butsems, dueño de los Laboratorios/Instituto Francis (Bel cosmetics), que patrocine un programa dirigido a la mujer. El espacio nace como consultorio de belleza, las oyentes consultaban sus dudas con una "experta", Elena Francis.
Todas querían ser doña Elena o al menos ser dignas de su aprobación... pero doña Elena en realidad es un personaje ficticio, de hecho, el nombre sale de invertir los de la esposa del patrocinador, Francis Elena Bes.
Elena Francis era un equipo de guionistas, un director-censor y una locutora. Por contrato, todos mantienen un pacto de silencio sobre la identidad de doña Elena. Artículos y publicidad en prensa escrita ayudaban a consolidar el engaño.
Cada programa duraba 30 minutos y respondía a siete cartas. Poco a poco, el programa fue mutando de cosultorio de belleza, limpieza y jardinería a consultorio sentimental primero y confesionario después. Por supuesto, siempre dejando un espacio para seguir vendiendo sus productos. Las mujeres confiaban en los sabios consejos de doña Elena y, amparadas en el anonimato muchas veces denunciaban actos delictivos o pedían de auxilio... los problemas nunca salían de la puerta de casa.

Los consejos de doña Elena, evidentemente iban en la línea ideológica del régimen, enseñaban lo que era ser una mujer católica y española; obediencia, paciencia, resignación, silencio y fe. Cada guión era revisado por un censor colocado por la conferencia episcopal, puro adoctrinamiento a través de las ondas.
El éxito se tradujo en una avalancha de cartas semanal, eso propició que el programa se dividiera en dos vías: unas pocas misivas eran respondidas en antena, mientras que el grueso recibían respuesta personal por carta. Ésas son las interesantes, un retrato certero de la sociedad española, pero sobre todo, de la situación de la mujer durante la dictadura.
En 1975, Pietat Estany respondió a un enigmático anuncio del periódico La Vanguardia: "¿Te gusta escribir?". Así entró a trabajar respondiendo las cartas de las oyentes del consultorio. Sin saberlo, Pietat es una pieza clave de Lamia, así que lo mejor es que sean sus palabras las que describan aquel empleo. A continuación, transcribo un fragmento de una entrevista que apareció en la Vanguardia en 2008, he sido incapaz de encontrar el podcast de su entrevista en la Cadena Ser.

---------------------------------------------------------------------------

P. ¿Qué hacía usted en el Consultorio de Elena Francis?
R. Muchas cartas no eran contestadas en antena, y el Instituto Elena Francis me contrató para que ejerciese de Elena Francis. Respondí esas cartas de tú a tú, por carta.
P. ¿Cuántas?
R. Durante ocho años, ¿siete u ocho al día?¿unas 20.000, quizás? Las cartas se venían conmigo de vacaciones, rompí dos Olivetti...
P. ¿Por qué no se radiaban?
R. Su contenido era inconveniente, dibujaban un retrato miserable de un país ignaro y cutre, su oscuridad, su sordidez. Casos extremos, situaciones dramáticas...
P. ¿Qué le contaban sus comunicantes?
R. Conflictos sentimentales, enamoramientos con sentimiento de culpa, dudas sobre el sexo, chicas reprimidas en internados de monjas, remordimientos sobre la masturbación, infidelidades...y maltratos, embarazos indeseados de jovencitas, violaciones...De fondo, siempre impotencia, incomprensión, mucha incomunicación y soledad. Lo del maltrato no es cosa de ahora. ¡No! y en esos años era terrorífico: ¡No había divorcio! Me apenaba cuando contaban "No sé qué hago mal, yo le cocino, le lavo la ropa, le plancho, limpio la casa...".
P. Víctimas que se sentían culpables.
R. Hasta las violadas por su padre o hermano mayor se sentían culpables ¡por ya no ser vírgenes! Esa siniestra inversión de papeles me sumía en una tristeza inmensa. Y por su letra casi indescifrable, eran mujeres casi analfabetas que hacían un colosal esfuerzo por escribir todo aquello en secreto.
P. ¿Y qué les decía usted?
R. "Querida amiga...", y procuraba desculpabilizarlas, dando algún consejo, algún consuelo...pronto descubrí que lo importante era dar consuelo, que eso era lo único útil.
P. ¿Cómo lo supo?
R. "No sabe usted el bien que me ha hecho", volvían a escribir agradecidísimas. Sentir que interesaban a alguien les ayudaba. Les aconsejaba que buscasen a alguien con quien hablar y compartir...
P. La historia más desgarradora fue...
R. Me pesó la de una mujer de una aldea gallega que cuidaba de la suegra imposibilitada y caprichosa, con hijos adolescentes y marido alcohólico que cada día destrozaba la casa y le pegaba... Me contaba que había enfermado y que no tenía tiempo de ir al médico, y decía; "Debo procurar no morirme porque , entonces, ¿qué será de mi familia?
P. ¿Que habrá sido de aquellas mujeres?
R. A veces me lo pregunto. Estaban tan solas...
P. ¿Desde dónde llegaban más cartas?
R. De las aldeas de Galicia y de pueblitos de Castilla.
P. ¿Y de hombres?
R. Algunas, también, pero problemas menores...exceptuando los homosexuales, torturados por la incomprensión. Recuerdo a un chico al que sus padres habían expulsado de casa y ya sólo quería suicidarse.
P. ¿No se deprimía usted?
R. A veces dejaba de leer, embargada por la pena. El día de enero de 1984 que me comunicaron que cerraban el consultorio, ¡me sentí liberada!, y entonces entendí que había estado al borde del desequilibrio emocional.

-------------------------------------------------------------------------------------

Desde la portada, en Lamia suena la radio de fondo. Casi todos los textos son transcripciones literales de fragmentos del programa, otros son resúmenes, por problemas evidentes de espacio... ¡y que no me atrevo a jugar con la paciencia del lector!
No puedo cerrar este post sin añadir algo de sonido, más que nada por escuchar el tono.  Hay bastante información audiovisual en la red, por si hay algún lector interesado.



Mejor despedida imposible: carta póstuma de Serrat a doña Elena.





2 comentarios:

  1. Esto pinta muy bien, espero que pases por Barcelona para firmar.

    ResponderEliminar
  2. Ey Germán!
    De entrada hago una ruta gallega, Madrid y Getxo. Si todo va bien (ventas), quizás Astiberri me lleve al Saló...ojalá!
    Ya me contarás que te parece el tebeo.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar