viernes, 19 de abril de 2013

REOCÍN

 "El Valle de Torrelavega, Reocín, Alfoz de Lloredo, Val de Cabezón están pidiendo caramillos; pero en estos montes parece que resuena el eco de aquellas cacerías legendarias en que un oso se merendaba a un rey". *

En el verano de 1871, Galdós (1843-1920) visita por primera vez Santander, destino veraniego de la clase pudiente madrileña que huía del calor de la capital. A partir de aquel primer contacto, y gracias a la presencia de escritores y amigos, como Pereda, Menéndez Pelayo, Amós de Escalante o José Estrañi, le inclinaron a repetir sus viajes estivales acompañado de su familia. El nombramiento de gobernador militar de Santander de su hermano el brigadier Ignacio Pérez Galdós en 1879, influyó también favorablemente en los viajes a esta región. Aunque por sus escritos, se diría que fue entre agosto-septiembre de 1876, durante una excusión que recorría la zona occidental de Cantabria (organizada por el también novelista José María de Pereda), cuando Galdós fraguó la idea de construirse una casa allí.

"San Quintín" llamaba al palacete que se construyó en Santander, inaugurado en 1893. Como escribí en el texto que acompaña Nela, Galdós era un hombre del renacimiento fuera de época: música, dibujo, pintura...prácticamente diseñó todo San quintín; el edificio, los muebles... hasta la verja que rodeaba la casa.

 En la Casa-Museo hay muchas de sus pertenencias. Casi cada mueble tiene el sello que diseñó.
Visto hoy, quizás pecaba de ególatra en ese aspecto, pero a Don Benito se lo perdonamos todo.

"San Quintín" fue su torre de marfil, donde encontraba refugio y descanso, alejado de los numerosos compromisos de Madrid, lugar del que se alejaba a primeros de julio para regresar al finalizar los calores en septiembre. Allí volvía a estar en contacto con el mar (los canarios siempre en su busca), pero también le permitió realizar sus viajes a otros puertos europeos y conocer las provincias limítrofes en las que también recogió documentación para sus Episodios Nacionales.
En "San Quintín" nació su hija María y escribió novelas como Ángel Guerra, Nazarín o Torquemada en la Cruz, y obras de teatro como Electra o Casandra. En el verano de 1872 inició con Trafalgar sus Episodios Nacionales en Santander y en 1917 se despidió de la ciudad preparando las notas históricas de Santa Juana de Castilla.
También participó en esta ciudad en actos políticos como miembro destacado de la coalición republicano-socialista.
Algunas de sus obras están estrechamente relacionadas con Cantabria como Doña Perfecta, Gloria,  Rosalía, La de San Quintín o la que aquí nos ocupa: Marianela.

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En la citada excursión de 1876, Galdós hizo una larga parada en Reocín, atraído por su paisaje minero. Allí se dedicó a observar y tomar apuntes sobre el trabajo minero para documentar (realismo) la ambientación de una posible novela.
Como era típico en la época, por aquello de no ofender al habitante local, Galdós camufló el nombre de Reocín bajo el topónimo Socartes, sin duda inspirado en el término vecino de Cartes. Aunque en el manuscrito original, en las primeras páginas Galdós pensó en usar el nombre de Cornoi (casi un anagrama de Reocín). Lo mismo hizo con Torrelavega, a la que dió el nombre de Villamojada.


La mina de Reocín se extiende sobre una superficie de 3 Kilómetros cuadrados, con 3.300 metros de longitud y 800 metros de anchura media. Topográficamente, la mina se encuentra enclavada en las últimas estribaciones de la cordillera cantábrica, muy próxima a la costa, siendo el relieve suave y con cotas que no llegan a los 300 metros en las proximidades de la mina. 
Reocín comenzó sus actividades de explotación en el año 1856, y hasta 1909 su actividad extractora era exclusivamente "a cielo abierto" (Marianela es de 1878) y perteneció a la sociedad anónima belga Compagnie Royale Asturienne des Mines (CRAM), hasta que en 1981 Asturiana de Zinc, S.A. se hizo cargo de ella. La explotación cesó el 5 de junio de 2003. Durante este periodo de tiempo, se extrajeron más de 7,3 millones de toneladas de concentrado de zinc y 0,7 millones de toneladas de concentrado de plomo. La singularidad de esta mina fue la pureza del concentrado de zinc (más del 61% de contenido de zinc) y las características del agua descargada (un flujo de agua de 1,2 metros cúbicos por segundo). 
 Aragonitos aciculares sobre pirita.

En 1890 las instalaciones de la mina de Reocín se consideraban entre las más modernas del mundo, con alumbrado eléctrico, vías férreas, teléfono y dos mesas Linkenbach, para la clasificación de minerales de 10 metros de diámetro, las más grandes jamás construidas hasta entonces.




Tras el cese de las operaciones, el bombeo de agua subterránea se mantuvo hasta que se concedió el permiso para la inundación de la mina; hecho que ocurrió el 4 de noviembre de 2004. Lógicamente, el paisaje actual poco tiene que ver con las minas en las que se inspiró Marianela. La prolongación de la actividad minera durante esos casi 150 años, modificó el territorio debido a la gran masa de tierra removida y a los depósitos que se producían. La pervivencia, la magnitud y las dimensiones de la mina se han traducido en un notable impacto económico, social, territorial y paisajístico que traspasa los límites de la explotación. 

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Esta imagen abre el texto que aparece al final de Nela (¡No es un epílogo!, el tebeo ya trae uno), cerrando el libro: "Un prólogo fuera de sitio: Cinco notas sobre Galdós, Marianela y su adaptación". Se tomó en 1917, y corresponde a la última visita de Galdós a Santander, el motivo: el estreno en el casino de Torrelavega de la versión teatral de Marianela, adaptada por los hermanos Álvarez Quintero (en sus flancos, con gabardina clara) antes lo había intentado Valle-Inclán.
En el centro (cigarro, bufanda y bastón), un Galdós ciego y demasiado castigado para su edad, que fallecería tres años más tarde, casi en la indigencia en Madrid. "San Quintín" también significó un enorme esfuerzo económico para el escritor, muy malo con las cuentas, siempre empeñado y en manos de los prestamistas. Antes de morir quiso venderla, pero las cosas se fueron demorando y Santander esperaba que el dinero lo pusiera algún indiano o se hiciera una suscripción nacional. Lo más valioso era la casa y los manuscritos. Su contenido, incluida la casa, se tasó en 245.000 pesetas, que era entonces bastante dinero.
El Ministerio de Instrucción Pública aceptó el acuerdo de la familia de Galdós, pero éste quedó olvidado al inicio de la Guerra Civil y no se concretó el proyecto. A continuación, Galdós y "San Quintín" dejaron de interesar al nuevo gobierno y, ya cansada la familia, la finca y la casa vacía se vendieron a un particular. El mobiliario, los libros y manuscritos de Galdós que se dispersaron en una buena parte. El resto pasó al Cabildo Insular de Gran Canaria, que en 1964 inauguró, no sin dificultades (entre otras, la cruzada antigaldosiana que montó Pildain, ex-obispo de Canarias) la Casa Museo de Pérez Galdós en su ciudad natal.


* Extracto de "Cuarenta leguas por Cantabria" texto que Galdós publicó en la Revista de España en 1876, tras su famosa excursión.